Wednesday, January 17, 2007

Wilton VIII

Tiempos felices

Al tiempo que las franquícias peor clasificadas seguían su exhaustivo programa para decidir a quién elegir en el Draft, algunas elegidas perfilaban la incorporación de un agente libre de lujo, el pívot más decisivo de la última década: Randy Wilton.

Los más de cuarenta puntos por partido que había promediado en los 29 partidos que jugó con los Pacers aún estaban en las retinas de todos los que seguían la liga. El hombre que lo había logrado estaba, por primera vez en su carrera, en situación de agente libre sin restricciones, con lo cual podría firmar con quién quisiera.

Se avecinaba un gran contrato y, de todas las ofertas recibidas, Wilton se había quedado con cuatro ya de buen principio.

Los Pacers partían con cierta ventaja para seguir contando con sus servicios. De todas formas, la incapacidad que Wilton veía para formar una plantilla competitiva de inmediato le echaba atrás. Al igual que los Rockets que, aún su gran amistad con Olajuwon, contaban con una plantilla liderada por Enbil Taylor en el ocaso de su carrera, y que dentro de poco no podría hacer nada ante equipos más jovenes como los Lakers, por ejemplo, que parecían ser la potencia del futuro en el oeste.

Precisamente los Lakers eran, quizás, los mejor situados para hacerse con él. Era una ciudad que le gustaba, un equipo histórico con el que podría despacharse de gusto ante los Celtics, y contaba con un factor importante: Marcus Lemmeis.

El mejor físico de la historia de la liga, un escolta de 2'05 que había demostrado ya en su año rookie su polivalencia en multitud de posiciones y su gran facilidad para anotar. Con él, los Lakers habían salido del ostracismo de los últimos año, llegando a las semifinales del oeste, y con el joven rookie quedando por poco segundo en la votación para el MVP.

Tras el Draft llegó el julio, y se acercaba el día de tomar una decisión. Con su hermano llevando las negociaciones, todo el mundo apuntaba Los Angeles como el destino favorito para Randy, y los Lakers como candidatos a dominar la liga durante muchos años; pero hubo un giro en los acontecimientos.

Los Wizards, a los que todo el mundo había descartado en la carrera para fichar al dominante pívot renovaban por el mínimo a su veterano pívot de 34 años, Herb Douglas. Con esto quedaba espacio salarial para hacerse con los servicios de otro jugador, gracias al hueco que el capitán dejaba aún en detrimento de sus honorarios y su titularidad en el equipo.

Ante aquel gesto los hermanos no lo dudaron ni un instante, y Wilton dejaba verse por las oficinas de los Wizards antes incluso de poder firmar contrato. En pleno acto de celebración del cincuenta aniversario, y con unos nuevos uniformes para la ocasión en camino (que incorporaban el antiguo logo del nuevo milenio, mezclado con los colores y uniformes simplistas tradicionales), Washington veía la posibilidad de ganar el segundo anillo de su historia.

230 millones por cinco años era el precio que tenía que pagarse para ganar un anillo cincuenta años después de haberlo logrado por primera y única ocasión. Hakeem y Reggie le llamaron para felicitarle por haber tomado la decisión de jugar en casa y los Lakers salían un poco decepcionados de una negociación que creían tener resuelta.

Randy llevaría el 13, que tan buenas sensaciones le había dejado el recuperarlo en su etapa en Indianapolis. Completaba una plantilla de lujo que venía de caer en la final de conferencia ante los Celtics; una final que fácilmente se repetiría en la próxima temporada.

El 26 de julio fue presentado en el Eagle Complex con Scott Skiles, el General Manager, Kirk Hinrich, el entrenador y Gilbert Arenas, copropietario del equipo junto al legendario rapero P-Diddy.


Kirk tenía a su disposición la mejor plantilla que se recordaba en la historia de los Wizards. Wilton (13) formaría como titular junto a Dan Hurbett (44), legendario alapívot de Atlanta, David Harrell (3), Gregory Layne (32), que venía de ser All-Star y Andy Lyndon (14), que jugaría su segunda temporada en la liga y ya se había hecho con el puesto de titular.

Desde el banquillo saldría el capitan del equipo, Herb Douglas (20), cuyo compromiso con el equipo y los muchos años de servicio le valdrían la retirada del dorsal, Aroon Brown (54), Dick Mayers (35), James Porter (7) y Nick Gray (10), un base que llevaba en el equipo desde la retirada de Arenas. El pívot Lorenzo Williams (50), el alero Calvin Barrows (22) y el base Vinnie Durban (1) completaban aquella plantilla de ensueño que el entrenador de segundo año, Kirk Hinrich, tendría a su total disposición.

Los Wizards serían, junto a Celtics, Spurs, Lakers y Mavericks, uno de los grandes candidatos al título; quizás el más claro. Tampoco debían descartarse Magic, Pistons y Condors, que venían de sorprender a todo el mundo el año pasado llegando a la final de conferencia aún jugar sin Wilton.

Finalizadas todas las formalidades, Randy huyó del entorno un mes y medio en el Caribe, con tomar el sol y relajarse como única premisa. Su meta de aquel año era estar bien para los Play-Offs, y no le importaba si tenía que dedicar la temporada regular a ponerse en forma.

¿El único objetivo? Evitar el three-peat de los Celtics y llevar a los Wizards a su segundo título, cincuenta años después.

Fueron más de cuarenta días de auténtico lujo junto a Nancy paseando por diversas islas paradisíacas. Como le había prometido, no se llevó el móbil consigo, y las únicas notícias que le llegaron desde la liga fueron por parte de algun que otro aficionado que le paraba en la playa o el hotel.

Cuando volvió se encontró con un panorama muy parecido al del año anterior, excepto en una cosa: los Condors se habían reforzado con Mills, el pívot estrella de Orlando, y amenazaban con convertirse en claros candidatos al título.

Los Celtics ganaban la Copa Mundial ante el Cipto Leeds y Willie Barson volvía a casa con otro MVP bajo el brazo al tiempo que la mayoría de equipos, y los Wizards no eran una excepción, empezaban los entrenamientos.

El método Hinrich era duro, con objetivos claros y buscando sacar el máximo rendimiento del jugador. No era autoritario, pero tras cada buen gesto había un altísimo nivel de exigencia que todos los jugadores sabían que habían de lograr. Sus máximas eran claras: defender a tope, correr y, cuando no se pueda, movimiento constante del balón.

No fue hasta el tercer entrenamiento que se permitio botar el balón una vez pasado el medio campo en los cinco contra cinco. Hasta el sexto no se planteó una defensa que difiriera de una agresiva presión toda cancha y en el octavo ya se tenía que usar otra mano para contar el número de tácticas con que contaba el equipo.

Llegó la pretemporada, con un objetivo claro: no enseñar las cartas.

Hinrich decidió plantear cada partido como la parte más dura de los últimos entrenamientos, trabajando nada más que tácticas con la defensa ya colocada y sin sacar jugo de todo aquello que había trabajado. Incluso Skiles, que no acababa de estar a gusto con el estilo propuesto, vio con buenos ojos este cambio que llevó al equipo a un 5-3 en los ocho partidos que jugó el equipo.


Los Wizards inauguraron la temporada ante los Knicks en el Eagle Complex. La nueva esperanza del Madison, Jamal Bullock, se fue a los 32 puntos ante Wilton, que se quedó con 22. Acabó con victoria ajustada de los Wizards, en un debut oficial en casa que dejó igual de frío que la pretemporada.

Dos partidos más, saldados con victoria, tardaron los Wizards en dar todo lo que eran capaces de mostrar. Serían los Nuggets quienes serían los primeros en enfrentarse al huracán capitalino, que se hizo con el partido por 143-107.

A partir de allí todo fue a pedir de boca. Los Wizards eran el equipo más alegre de la competición. Lyndon era el mejor pasador de la liga liderando los rápidos contraataques que muy a menudo terminaba el mismo Wilton, que además se animaba cada vez más a tirar de tres. Harrell y Layne aportaban muchísimo desde fuera y Hurbett se encargaba del trabajo sucio.

Hinrich había construído un equipo alegre, preparado para correr y jugar sin prácticamente poner el balón en el suelo. En ataque estático tenían hasta cuatro jugadores capaces de tirar de media y larga distancia, y sus pívots eran los mejores en asistencias de todos los equipos de la liga.

Casi sin quererlo, con sus compañeros apoyándole más que nunca, Wilton era el máximo anotador, reboteador y taponador de la liga; no podía evitarlo, y prueba de ello era el hecho que en ningun partido había llegado aún a los 50 puntos.

Su dominio era total, como reflejaba el récord del equipo; 29-4 a finales de año y con un margen físico y de calidad que parecía dar aún para mucho más. Gente como Layne, Hurbett y Gray se encontraban en su mejor momento para hacer el asalto al título. También el capitán Douglas buscaba el premio, aún ser consciente que su presencia en cancha hacía cambiar completamente el estilo de juego del conjunto.

Ni los Suns de Nash se acercaban a aquello. Hinrich había dado un giro total, construyendo el despliegue ofensivo a partir de una presión defensiva a toda pista que se alargaba durante buena parte del partido. Rotaciones constantes y piernas muy bien preparadas lograban con éxito repetir la fórmula noche tras noche.

Llegaron las navidades, y con ellas el mejor regalo que podía recibir. Nancy esperaba gemelos, que nacerían seguramente a finales de junio. La boda de su hermano William, a la que asistió con permiso del equipo perdiendose el duelo ante San Diego, y aquello harían de las del 2027, las mejores navidades de su vida.

Regresado a la competición, se encontró con un Eagle Complex que seguía siendo un fortín inexpugnable para todos los equipos rivales. Nadie consiguió hasta los Lakers, el 22 de enero, romper aquella histórica racha del equipo de Washington, que además rompió 26 partidos ganados de forma consecutiva.

Poco antes de llegar al All-Star relajaron el ritmo, acorde con los planes del entrenador, que quería aflojar hasta que llegasen los Play-Offs.

El partido de las estrellas tendría lugar en Chicago, y Wilton (Washington) sería el abanderado del este, con su entrenador sentándose en el banco. Learving (Detroit), Dewirn (Chicago), Barson (Boston) y Fox (Miami) le acompañarían en el quinteto. Bullock (New York), Stewart (Philadelphia), excompañero suyo en los 76ers, Powell (Brooklyn), Benjamin (Cleveland), Fortson (Milwaukee), Davies (New York) y Jerretts (Boston) eran los elegidos por los entrenadores para salir al partido desde el banco.

Por su parte, el oeste que entrenaba Brian Show saldría con Mills (Oklahoma City), Norman (Dallas), Sanders (San Antonio), Lemmeis (Los Angeles) y Acklie (Seattle). Bass (Minnesota), Stackhouse (Phoenix), Gardner (Utah), Haykes (Golden State), Van Fyde (Oklahoma City), Taylor (Houston) y Reid (San Diego) serían los hombres a disposición del técnico de los Lakers para salir a cancha desde el banquillo.

El oeste mandaría en todo momento, liderado por un gran Marcus Lemmeis que en su segundo año, y con 21 recién cumplidos, quería hacer historia en el partido al igual que en su día lo hizo Lebron James. Pero Barson, un veterano que aún ansiaba el premio, decidió el partido para su conferencia y se llevó el único MVP que le faltaba a su histórica colección. "Será el último que me ganes este año", le dijo Wilton con cierta ironía a su compañero por un día y buen amigo Willie.

Cada vez disfrutaba más este tipo de partidos. Fortson, Stewart, Barson, Van Fyde...tenía grandes amigos en la liga, y este fin de semana se había convertido en algo muy especial para él, que con su equipo en un gran récord, unos gemelos en camino y los problemas con el alcohol y el juego ya superados se sentía el hombre más feliz del mundo.

Los Wizards terminarían la campaña tal como la habían empezado: arrollando, aunque de una forma más suave que en los primeros compases de la competición.

Terminarían como los líderes claros de la conferencia este y de la liga, con un histórico récord de 75 victorias, cuatro más que en su tercer año en los 76ers, por 15 derrotas. Wilton era el máximo anotador de la liga por tercera vez (sin un mínimo de cincuenta partidos no contaba), reboteador por quinta vez y taponador por tercera.

A nadie le sorprendió la oleada de premios que irían a parar a la capital. Como los Bulls del 72-10, la mayoría irían para los Wizards como el de mejor entrenador para Hinrich, el mejor sexto hombre para Gray, el mejor defensor para Wilton...

Y, evidentemente, su tercer premio a MVP de la temporada regular, quedando muy lejos en los votos del segundo clasificado, Marcus Lemmeis, que formaría en el equipo ideal junto al pívot de los Wizards, Norman (Dallas), Barson (Boston) y Fox (Miami).

Los Wizards eran los primeros clasificados, y jugarían contra los Bucks de Fortson, su viejo amigo curtido en mil batallas y que nunca había superado la segunda ronda con los de Milwaukee.

Aún el empeño que puso el escolta, nada pudo hacerse para evitar el barrido de unos Wizards que habían vuelto al juego con el que habían triunfado aquella gran temporada. El número 7 de los Bucks le deseó toda la suerte del mundo tras el cuarto partido, y le mostró agradecido aquel anillo que habían ganado juntos cinco años atrás, en los 76ers de Philadelphia.

El destino les emparejó con los Heat, que se deshacían de los Pistons, un equipo que contaba con una pareja de lujo que formaban Bickerstaff, el Malone blanco y Fox, un base que difería bastante del perfil típico del Stockton de turno.

Douglas tuvo más minutos que Wilton, que apenas jugó, en esta eliminatoria. Hinrich era plenamente consciente de que Randy estaba más pendiente de su mujer, que en aquellos días estaba con sus padres y que de un momento a otro iría de parto, que de la marcha de un equipo que, como una máquina perfecta, funcionaba ya sin el pívot.

Aún con Wilton medio apartado resolvieron la eliminatoria por 4-0 y se plantaron a su segunda final consecutiva esperando rival en la serie Boston-New York. Una inoportuna lesión de Barson en el sexto partido, cuando los Celtics mandaban por 3-2, acabó con los Knicks ganando de forma sorprendente para todo el mundo la eliminatoria, y llegando a la primera final de conferencia que vivían desde el año 2000.

Con Wilton fuera de juego y un despliegue defensivo para enmarcar, los Knicks de Bullock ganaban el primer pulso de la serie en el Eagle Complex. Hinrich recurrió a Wilton en serio por primera vez en toda la postemporada y los Wizards lograron volver a su cancha con 3-1 en el casillero y un primer match-ball que no desaprovecharon, para llegar a la final de la NBA.

Arenas y P-Diddy organizaron una fiesta postpartido que pasó a los anales de la historia de la liga en el mismo pabellón, con el público participando activamente en una fiesta que nadie conocía que fuera a tener lugar. Los jugadores siguieron el plan habitual, y Wilton pasó dos noches encerrado en casa con Nancy, tan nervioso como ella para que los niños llegaran al mundo.

Tras siete partidos de infarto, el cuerpo más perfecto para jugar de alero que el baloncesto había conocido, Marcus Lemmeis, cayó exhausto ante el juego duro que practicaban los Condors, que llegaban a la segunda final de su corta historia en la liga; y sin Randy Wilton, como acostumbraba a recordar el propietario Greyard a los periodistas.

Mills, Thomas, Briones, Van Fyde y Frey. Cinco nombres que habían hecho sufrir de lo lindo todos sus rivales, que se habían encargado de practicar durante los noventa partidos de la campaña regular el juego más feo y sucio que el oeste había presenciado nunca. Aún así, gracias a la lesión de Sanders en las semifinales y el agotamiento de fuerzas de alguien que hasta el momento no parecía humano, Lemmeis, había llevado al equipo que entrenaba Rick Carlisle (que había sustituído a Andre Miller en verano) a la final de la NBA.

Randy Wilton se encargó personalmente de lograr que cada balón que jugaban entrara en el aro. Washington paseó su inconfundible estilo de juego a lo largo de los dos partidos que jugaron en casa, con Wilton estableciendo unas medias de 42 puntos y 17 rebotes para la historia de las finales.

El tercer partido se perdió en la prórroga, y con 2-1 se llegó al cuarto, que se jugaría también en Oklahoma. La noche antes del partido, Wilton cogía precipitadamente un vuelo hacia Washington para asistir al parto de los gemelos, que se alargaría hasta la mañana del día 13 de junio. Eran un niño y una niña, Roy y Linda Wilton.

Con los bebés en brazos y atendiendo las visitas que se sucedieron a lo largo de todo el día, Randy asistió atónito a la segunda derrota de los Wizards, por cuatro puntos, en el segundo partido jugado en Oklahoma. Aquella misma noche recibió una llamada de Douglas en nombre de la plantilla, felicitándole por haber sido padre y rogándole que se quedara en Washington, que ellos ya ganarían el quinto partido.

Así fue, dos días más tarde, con el capitán firmando una tarde estelar con 23 puntos y 21 rebotes. La serie volvía a Washington, con el Eagle Complex tocando al unisono unos instrumentos con forma de biberón para celebrar el nacimiento de los gemelos Wilton.

Randy se cruzó con Greyard en el túnel de vestuarios y este no se dignó ni a felicitarle por lo ocurrido. No olvidaría fácilmente aquello, y su posterior gesta sería quizás una de las más curiosas de toda su carrera.

Anotó tantos puntos como multas le había impuesto su viejo jefe; un total de 67, igualando el récord histórico de los Play-Offs que él mismo poseía y, evidentemente, logrando un nuevo techo en la historia de las finales.

El resultado final del partido fue humillante, y peor fue la imagen que había dejado Greyard, que fue acusado de racismo por algunos mensajes que dirigió a unos aficionados afroamericanos de los Wizards que le increpaban a cada oportunidad que tenían. Incluso los copropietarios del equipo mostraron un profundo menosprecio al dueño de la franquícia más odiada de la liga en aquellos tiempos.

Los Wizards lograban en casa su segundo título, el primero para la mayoría de jugadores de su plantilla, excepto Wilton, que ganaba el tercero. Con tres MVP's de las finales entraba en una categoría de la que formaban parte tan solo Larry Bird, Magic Johnson, Michael Jordan, Shaquille O'neal, Tim Duncan, Lebron James y Willie Barson; palabras mayores.

Aquel año había logrado también su tercer MVP, su tercer premio al mejor defensor, el récord anotador de las finales...además, se convertía tras John Salley y Robert Horry en miembro del club de los jugadores campeones en tres equipos distintos.

Mientras el Eagle Complex abría su techo desplegable para dar comienzo a la celebración de un título, después del partido, más espectacular de la historia de las finales. Solo Wilton y Skiles se fueron del pabellón, y presenciaron el espectaculo luminoso a través del retrovisor.

Pasada la medianoche Randy llegaba a su mansión, con el trofeo de MVP bajo el brazo, abría la puerta y se encontraba dos bebés muy especiales durmiendo en sus cunas. Al darse cuenta de cuanto tenía, pensó en todo lo que le había ocurrido en aquella preciosa noche y echó a llorar de emoción, como no lo hacía desde el campeonato logrado con los 76ers cinco años atrás.

Y en aquel instante se dio cuenta de que ya nada podía superar todo aquello...

3 comments:

Pierce said...

Gran historia wolf muy bonita, y muy larga!! mejor, asi hay mas que leer ;)

baskman said...

eres un crack!!

avenida said...

Como bien dice baskman, impresionante jugón, sigue así