Tuesday, May 20, 2008

Lo que nos queda

Bueno, os traigo una pequeña dósis de actualización para despejar los rumores que me dan por caído en batalla o secuestrado. Tengo un solo problema, uno solo, y es que en la universidad me dan más trabajos de los que el ser humano es capaz de realizar. Aún así, en un esfuerzo titánico por mi parte, os traigo algunas curiosidades que se me han ido ocurriendo últimamente:

- Es la primera vez desde el año 2001 que todos los equipos que llegan a las finales de conferencia tienen al menos un campeonato de la NBA. Entonces 76ers, Bucks, Lakers y Spurs coincidieron para dar con esta circunstancia, que hasta el 2008 no se ha repetido. Esta circunstancia, aparte de este año, se ha dado también en los años 1959, 1960, 1961, 1963, 1964, 1966, 1967, 1968, 1969, 1972, 1973, 1980, 1993 y 2001.

- Es la vez en que se da esta circunstancia y que el número total de campeonatos es más alto, llegando a una cifra de 37. En años venideros solo podría virse superada si los equipos implicados fueran, tal y como está el número a día de hoy, Celtics, Lakers, Bulls y Spurs, una combinación por la que más de uno apostó a principios de campaña...

- Gane quién gane el campeonato la jerarquía de la élite de la liga tal y como la conocemos cambiará enormemente. De ganar el decimoséptimo campeonato los Celtics respirarán aliviados, algo que no ocurrirá de ser los Lakers quienes se alcen finalmente con el campeonato, pues con quince pisarían los talones a la histórica franquícia bostoniana. De rebote los Bulls podrían verse con el agua al cuello, pues los Spurs de Duncan se pondrían a uno solo de los seis que consiguieron en los noventa. Los Pistons, por su parte, pueden igualar a San Antonio con cuatro campeonatos y dejar atrás el trio de títulos que Golden State Warriors y Philadelphia 76ers también han logrado.

- En el plano técnico, dos son a priori los favoritos, vistos los acontecimientos de los últimos años. Y es que desde el añ0 1987 solo Pat Riley, Chuck Daly, Phil Jackson, Rudy Tomjanovich, Greg Popovich y Larry Brown han logrado dar campeonatos a sus equipos. Siempre que la tendencia se repita, Gregg completará la mano que empezó a llenar merced a Tim Duncan. O Popovich o Jackson, que tiene ante sí la oportunidad de ganar su décimo anillo como entrenador. Por tanto, si gana uno de los dos como en principio parece más que factible, una mano será llenada, ya sea la primera o la segunda.

- En caso de ganar Detroit o Boston Saunders y Rivers entrarían en esta selecta reserva de técnicos que han logrado monopolizar desde los banquillos los últimos anillos de campeón. No parece tarea fácil, pero el factor campo en un caso y la experiencia en el otro deberían evitar al optimismo. Y más si uno de los dos equipos resuelve por la vía rápida, pues todo parece indicar que la eliminatoria entre Lakers y Spurs se resolverá en siete choques.

- Nadie duda que Kobe Bryant y Tim Duncan son dos de los tres mejores jugadores de la última década. Manu Ginobili, Tony Parker, Pau Gasol o Lamar Odom (aún no haberlo sido, pues en 2004 lo merecía) son All-Stars puntuales, pero las verdaderas superestrellas son estos dos. También Kevin Garnett, Paul Pierce y Ray Allen (en menor medida) pertenecen en esta categoría, igual que Chauncey Billups, Rip Hamilton o Rasheed Wallace a pesar de estar algo infravalorados. De todas formas, aún hay clases, y los que la historia no olvidará son Tim y Kobe.

- En su particular duelo personal presumen de no haberse perdido ningún All-Star desde el del 1998 en New York y de tener tres y cuatro anillos respectivamente. En el caso de Kobe nadie duda que era una de las claves del Three-Peat que los Lakers lograron entre el 2000 y el 2002, pero al mismo tiempo todo el mundo da por hecho que Shaquille O'neal era el líder de aquel proyecto. Kobe no puede permitirse una derrota ante Duncan si de verdad quiere estar en la misma categoría que el Gran Arístoteles y el de las Islas Vírgenes. Un quinto anillo situaría a Duncan en lo más alto del podio, y Kobe seguiría viéndose relegado al tercer puesto en el que se sabe y que a buen seguro tanto odio.

- También es una cuenta personal la que tiene Kevin Garnett, pues hasta ahora poco hueco ha dejado la historia para él. Está clarísimo que merece ser nombrado en todo Top 10 de la década que se precie, pero no puede obviarse que esta es solo su segunda presencia en una final de conferencia y que aún no ha ganado ningún anillo. Posiblemente esté por encima de Iverson, Webber, Kidd, Nash, Nowitzki o James (los que con permiso de Billups y mi admirado Wade completarían el Top 10), pero no creo que a un competidor como él le valga verse fuera del podio de forma tan clara y tener que ruborizarse cuando mire a los ojos de otras leyendas del Garden que le recriminarán el no haber ganado ni un anillo, algo que se agraviaría aún más si encima lo pierde ante los Lakers.

- El mismo problema tiene Paul Pierce, que a pesar de haber hecho méritos más que suficientes para ver su dorsal retirado seguro que no quiere saberse como una de las pocas leyendas célticas que no dio nada a su franquícia a cambio de su presencia en el olimpo. Jugar en los Boston Celtics conlleva una responsabilidad, la de ganar anillos si no quieres ser recordado como un don nadie. Si el equipo fueran los Charlotte Bobcats posiblemente valdría con vender el producto y recordar con cariño el llegar a la final, pero en Boston todo lo que no sea ganar simplemente no vale...

- Los Celtics y los Pistons se han enfrentado un total de siete veces en postemporada, circunstancia que se entiende siendo Detroit (previamente en Fort Wayne) equipo de la conferencia oeste en sus inicios en la liga. Sus enfrentamientos se han dado con regularidad a partir de los ochenta. La era de los Bad Boys y Larry Bird saldó la rivalidad en empate a tres, empate que rompieron Pierce y Walker al derrotar a unos entonces sorprendentes Pistons entrenados por Rick Carlisle; fue el último año en que Detroit no llegó a la final de conferencia.

- Se enfrentaron dos años consecutivos en la final del este. En el año 1987 los Celtics lograron alargar su dominio en la conferencia al vencerlos por 4-2, pero no pudieron acabar con los Lakers en la final. El año siguiente los Bad Boys llegaban a su primera final, que también perderían ante los Lakers, que lograban el primer back-to-back desde que el equipo estaba en Minneapolis y el único de la era del Showtime. A partir de entonces todos los equipos ganarían más de un campeonato de forma consecutiva hasta que los Spurs rompieron esta racha al caer en primera ronda el año 2000.

- Los Spurs están en la NBA desde que el año 1976 llegaran de la ABA, y aunque el suyo es un mercado muy pequeño siempre han estado en la élite gracias, sobretodo, a las legendarias figuras de George Gervin, David Robinson y Tim Duncan. Se han enfrentado a los Lakers en postemporada un total de diez veces, con un balance de siete a tres favorable a los angelinos. Los últimos precedentes son sus cuatro duelos consecutivos desde el 2001 al 2004, que los Lakers saldaron con un balance de 3-1, cayendo solo el año 2003, en que los Spurs terminarían ganando el campeonato.

- Siempre que se han enfrentado en una final del oeste han ganado los Lakers (1982, 1983 y 2001). Es más, solo en el año 1983 los Spurs lograron ganar algun partido (dos, concretamente). En las otras dos ocasiones cayeron por 4-0, resultado que no parece que vaya a darse a día de hoy, aún con el cada vez menos fresco recuerdo del dominio absoluto Laker en 2001, cediendo un solo choque ante un gran Allen Iverson en la mismísima final de la NBA.

- Gane quién gane se alargará el monopolio de ambas franquícias en lo que a presencias en la final se refiere. Cuatro a cuatro desde 1999, empate que se romperá dentro de dos semanas. La única excepción a esta regla fueron los Dallas Mavericks en el año 2006, que pueden presumir de ser uno de los dos equipos del oeste (el otro son los Lakers del Fab Four) que desde que San Antonio ganara su primer campeonato han permitido que un equipo del este sea campeón.

- Kobe Bryant es el único MVP de la temporada regular en la historia de los Lakers que no ha ganado este mismo premio en la final. Este puede ser su año, pues por mucho tiempo que tenga no creo que le haga la mínima gracia alargar la racha de MVP's que no se alzan con el campeonato. Es más, desde que el 2003 lo lograra Tim Duncan ni siquiera llegan a la final, pues Minnesota, Phoenix y Dallas han ido cayendo sin llegar a la final el mismo año en que ganaron el premio. Alguien con la clase y casta de Bryant dudo que quiera pertenecer a este club cuyos miembros presumen de honores más bien dudosos...

- Solo en el año 1955 Celtics y Lakers cayeron ambos en la final de conferencia, con lo cuál ninguno de los dos llegó a la final. Más de cincuenta años después no creo que este dato sea relevante, pero sin duda es una muestra de la riqueza histórica de ambos equipos, que sabedores de la camiseta que defienden lucharán hasta el final. De todas formas, hay un factor que últimamente juega en contra, y es que desde el año 2003 ningún líder de conferencia (sí, ninguno) ha llegado a la final de la NBA. De seguir la racha tendremos Spurs y Pistons jugando a partir de la segunda semana de junio.

Con muchos frentes que repasar dejo aquí este repaso, pues son ya varios los puntos que se han analizado y poco es el tiempo del que dispongo. Cerraré el artículo detallando mis impresiones acerca de las posibilidades de cada equipo según mi opinión.

Boston Celtics: A favor juega el hecho de haberse mostrado muy fuertes en casa y que tienen factor cancha hasta la final. Sin embargo esto no deja de ser un espejismo, pues la racha puede que no tarde en romperse y además son los que más dudas generan de estos cuatro supervivientes que nos llegan al tramo final con serias aspiraciones.

Detroit Pistons: Tienen oficio y experiencia, pero la diosa historia no quiere ver el nombre de Chauncey Billups muy repetido en el NBA Register, y si tiene un poco de autoestima no creo que prefiera Rasheed Wallace, Richard Hamilton o Tayshaun Prince (dios me libre) pudiendo presumir de Kobe Bryant, Kevin Garnett, Paul Pierce, Tim Duncan... Sí, incluso Manu Ginobili o Tony Parker. Será la costumbre pero me dolerá mucho menos soportar el back-to-back de los Spurs a un segundo título de los Pistons con un MVP de las finales indigno de codearse con figuras de las que históricamente están a años luz.

Los Angeles Lakers: Si su rival fueran los Hornets serían mis favoritos, pero ante los Spurs tengo muchas dudas. Tarde o temprano debe demostrarse que un equipo sin una de sus referencias no puede llegar mucho más lejos, como les pasó a los Suns en 2006. Y es que si ganan el campeonato sin Andrew Bynum el dominio que este equipo puede ejercer en los próximos años dará verdadero miedo. Me sabrá mal por Kobe, pero si me conectan a BWin.com a punta de pistola y me dicen a quién apostaría todos mis ahorros este equipo, mal que me pese, serían los Spurs, aún creyendo que los Lakers son los que llegan mejor al actual momento de campaña.

San Antonio Spurs: Como he dicho, mal que me pese, me da mucho miedo que logren por fin el back-to-back y su quinto anillo de la dinastía. Nunca antes habían llegado a una final de conferencia en año par, pues hasta ahora lo habían logrado en 1999, 2001, 2003, 2005 y 2007 (por supuesto hablo solo de esta última era). De todas formas, me genera dudas su serie ante los Hornets. Que sí, que los de New Orleans juegan de miedo, pero no tienen banquillo y en experiencia están a años luz de los de Popovich. Esta es mi esperanza para que vuelva a brillar el sol y los Spurs no sean campeones.

Y acabo con las posibles finales:

Boston Celtics-Los Angeles Lakers: Repetida hasta la saciedad, aburrida como ella sola, lo peor que le puede pasar a la liga... Era broma, está claro que es lo que todos queremos a pesar de que huela a reiterativo y ya visto. El equipo del año contra el jugador del año, la situación ideal para revalorizar una rivalidad histórica en el que uno puede distanciarse a tres anillos del otro o, en caso de ganar este, ver como se le acerca a uno solo. Verde y amarillo, colores que las nuevas generaciones no han visto enfrentados en una gran final y que no estaría mal que chocaran entre sí. Y en este caso, por mucho factor cancha céltico, apostaría por los Lakers y Kobe MVP.

Boston Celtics-San Antonio Spurs: Esperanza verde para poner freno a la racha de cuatro anillos en cuatro finales de los Spurs, aunque final nada emocionante y que muchos analistas podrían presumir de haber acertado en octubre. Partidos a cincuenta puntos y oportunidad para que Kevin Garnett vuelva a poner el debate sobre la mesa. ¿Quién es mejor, Garnett o Duncan? De ganar nuestro preferido aquel cuarto puesto en el que le he colocado podría experimentar una ligera mejora, distanciándose del quinto y acercándose con decisión hacia el podio.

Detroit Pistons-Los Angeles Lakers: Showtime contra Bad Boys, final ya vivida en tres ocasiones y en que los Pistons llevan ventaja, pues han ganado las dos últimas (1989 y 2004). Oportunidad de vendetta para Kobe, que a no ser que sea muy fan de la historia de la liga preferirá que sean los Pistons quienes lleguen para, esta vez sí, acabar con ellos y quitarse la espina que lleva cuatro años clavada en su divino corazón. Evidentemente apostaría en este caso por los Lakers, que creo que lo tendrían más fácil ante los Pistons que ante los Celtics.

Detroit Pistons-San Antonio Spurs: Deja vú nada deseable y los directores de ABC y ESPN suicidándose colectivamente junto a una munión de fans entre los que posiblemente más de uno de nosotros se una. En este horrible contexto juro por todos los dioses que solo vería el séptimo partido y que, mal que me pese, iría con los Spurs, pues prefiero un quinto anillo de Duncan a que Chauncey Billups se coloque a la altura de Willis Reed, Kareem Abdul-Jabbar y Hakeem Olajuwon con dos MVP's de las finales. Miedo me da, aunque me da mucho más si el que finalmente lo gana es un tal Tayshaun Prince. Nada nada, me bautizo de inmediato y rezo cada noche para que esta final no se de.

Conclusión: El corazón me dicta Celtics-Lakers, el cerebro Pistons-Spurs, el oráculo Celtics-Spurs y las monedas Pistons-Lakers. Ocurra lo que ocurra yo habré acertado en mi pronóstico y el mundo se habrá equivocado, terminará ganando el que yo pensaba que ganaría y solo si son los Lakers me alegraré además de ello. A muerte con los Lakers, con los Celtics como mal menor y con los Spurs como medida desesperada para que los campeones no sean los Pistons, un servidor se despide cruzando los dedos para que el sorteo del Draft se porte bien con Minnesota y mal con la Miami de mi admirado Dwyane Wade.

Monday, May 05, 2008

Lemmeis VIII

Cambio de actitud

El fracaso en las últimas finales había hecho mella en Marcus Lemmeis. Con la mayoría de compromisos publicitarios rotos volvería a cerrarse en banda durante el verano, en el que alternó tardes de sol a sol jugando al baloncesto con los amigos con largas jornadas encerrado en casa pensando o rememorando tiempos pasados en los que creía haber sido feliz.

Para alguien que lo ha sido todo no hay nada peor que verse superado por un jugador al que dabas por muerto. Esto le había pasado a Marcus Lemmeis, que al ver a sus archirrivales Wilton y Bullock caídos en combate soñaba con humillar a Willie Barson, la última leyenda céltica. Nada más lejos de la realidad, el mítico escolta de Boston le había arrebatado el que hubiera sido su quinto anillo consecutivo, y lo que era peor, no le daría la oportunidad de vengarse.

Barson se había retirado y privaba a Lemmeis de salvar el honor perdido. Se tendría que conformar con iniciar una nueva era de anillos, reanudar su dominio sin el único rival que le había derrotado enfrente. A sus 26 años (cerca de los 27) aún tenía mucho recorrido por delante, pero su equipo envejecía a marchas forzadas y Atlanta, New York, Springfield, Houston o Vancouver crecían a un ritmo vertiginoso.

Lemmeis habló con el General Manager, y ambos llegaron a la conclusión que había llegado el momento de renovar el equipo. Solo Bass, Hoobson y Sweet seguirían de años anteriores, pues Norman y Reid se retiraban y Donaldson cambió de aires. La mitad de los hombres de rotación también cambiaron de aires, así que serían solo cuatro los supervivientes del equipo tetracampeón.
Tyson Kennedy y Justin Berford serían los mejores refuerzos en un verano en que costó sudor y lágrimas encontrar quién quisiera ir a Los Angeles. La mala prensa de Lemmeis y su mala relación con el entorno alejaron a muchos de firmar por los Lakers, algo sorprendente teniendo en cuenta que la franquícia angelina era tradicionalmente el destino más atractivo.

Todo el mundo seguía considerando a los Lakers como un aspirante, pero nadie confiaba que pudieran superar a los Rockets en una posible final de conferencia, y de logarlo no les auguraban la misma suerte ante los Knicks. Todo el mundo apuntaba hacia un cambio de ciclo, una nueva era en la que un Arison acompañado de una leyenda de la talla de Wilton o Bullock serían sus máximos exponentes.

Marcus se motivó para evitarlo y seguir callando bocas a sus críticos, que ahora que veían al conjunto angelino debilitado salían de debajo las piedras. Él era consciente de ser el villano número uno de la liga, sabía que salvo en Detroit y Philadelphia le odiaban en todas las ciudades a las que acudía. Podría haberlo evitado, incluso estaba aún a tiempo de mejorar su imagen...

Unos Celtics debilitados tras el retiro de Barson se hacían con la Copa Mundial mientras el resto de la liga justo empezaba la pretemporada. En el vestuario angelino había muchas caras nuevas, y como capitán Lemmeis debía velar para que todo el mundo se adaptara lo más rápido posible. Ejerció de perfecto anfitrión y cambió el concepto que los nuevos tenían de él, aunque nadie creyera sus palabras cuando le alabaran en la prensa...

Con una comunión similar a la que había en los primeros años del escolta en el equipo Brian Shaw tenía grandes esperanzas puestas en su equipo. A pesar que se había rumoreado sobre su retiro a lo largo del verano seguía viéndose capacitado, a sus 67 años, para seguir un par de años más. A Lemmeis le restaban aún tres años de contrato y aunque aún le quedaba muy lejos la expiración de su compromiso meditaba sobre que haría una vez acabara su compromiso...

El baloncesto le seguía llenando, pero odiaba todo lo que le rodeaba. Se sabía víctima y al mismo tiempo culpable de su situación, pero detestaba que todo lo que hacía fuese mirado con lupa solo por ser tan bueno. Algo de culpa habría tenido él, pero en el fondo pensaba que todo lo que había ido mal en su vida privada era también culpa de este entorno.
Aquel año pensaba dedicarse únicamente a dar lo mejor de sí mismo e intentar ser mejor compañero, sin pensar en ningún momento en lo que decía la prensa sobre él. Se había puesto un reto muy difícil de conseguir, incluso para él: lograr un triple doble de media en puntos, rebotes y asistencias y acercarse lo más que pudiera al liderazgo en cada una de aquellas categorías estadísticas.

En puntos no le sería difícil volver a ser el mejor de la liga, pero en asistencias la competencia estaba servida con Eddie Fox a un nivel soberbio en las últimas campañas. De todas formas, el base de Miami se encontraba ante una inminente cuesta abajo, con lo cuál quizás tendría oportunidad para superar un reto que, en el caso de los rebotes, se antojaba imposible.

Los Lakers empezarían la temporada venciendo en casa a los Mavericks, que tenían en Gerald Bentley la estrella emergente que intentaría darles por fin un anillo. Aún estaba lejos su momento, pero con Arison, Bullock y él mismo acercándose a su madurez baloncestística Bentley encabezaba la nueva generación que no debía tardar en dominar la liga.

Enseguida los críticos de Lemmeis volvían al armario del que nunca, según pensaba él, nunca deberían haber salido. La media de triple doble, un hito con contados precedentes, era ya una realidad, y nada parecía indicar que Marcus pudiera bajar el nivel que estaba alcanzando. Con 32 puntos por noche, y rondando la decena de rebotes y asistencias en la mayoría de los choques, emulaba a leyendas de la talla de Oscar Robertson o Lebron James.

Trataba de transmitir confianza a sus compañeros y tener siempre la actitud adecuada de cara a construir un equipo campeón. Tenía claro que ninguno de los que compartían vestuario con él eran nada del otro mundo, pero era plenamente consciente que si había alguien que podía llevarles en volandas hasta un anillo ese era él.

Bass había sido uno de los mejores pívots de la liga, pero su momento hacía mucho tiempo que había pasado. Kennedy era un alapívot trabajador y que gracias a él se acercaba al 20-10 por noche, pero no pasaba de rotación de lujo en un proyecto medianamente serio. Berford no defendía mal y abierto no tenía malos porcentajes, pero era incapaz de crear sus propios tiros y meterse en la zona. Diener Lang, por su parte, se limitaba en pasar desapercibido en su campaña rookie y dar el balón enseguida que lo pedía Lemmeis, que a la postre era quién hacía jugar a su equipo.

Sumale al triste panorama una rotación útil que se limitaba a Hoobson, Moss y Sweet y te encontrabas ante un equipo que sin Lemmeis probablemente flirtearía con los puestos altos en el Draft. Por suerte contaban en sus filas con un fenómeno, el más grande fuera de serie que había visto este deporte. Todo el mundo le odiaba, pero no había discusión posible en este sentido.

Fue gracias a sus constantes exhibiciones que los Lakers llegarían como líderes al parón del All-Star, con lo cuál Brian Shaw sería una vez más el técnico de la conferencia oeste. Los Angeles alojaría el evento, algo que Lemmeis agradecería especialmente ya que al menos no sería silbado en cada posesión que tocara el balón.
Como el año anterior apenas sintonizaría con sus compañeros, pero les llevó a ganar otra vez el partido, además de ser MVP por segunda temporada consecutiva algo que, por otra parte, no era muy habitual en un evento de estas características e incluso quedaba un poco mal. Al menos en esta ocasión el público estaba a su favor...

Con solo dos meses por disputarse Lemmeis no bajó el pie del acelerador y permitió a los suyos llegar líderes a la fase final del campeonato. En Los Angeles todos creían en el milagro, pues Marcus se había mostrado a un nivel sobrehumano a lo largo de la campaña y nada parecía imposible.

Los Clippers fueron la primera víctima angelina en su camino hacia el título. En ningún momento dieron tregua a los de San Diego, que se despedirían de la serie con el dudoso honor de no haber podido arrebatar a los Lakers ni siquiera un parcial. Lemmeis pudo incluso dedicarse a subir la moral de sus compañeros bajando de los treinta puntos en tres de los cuatro choques, demostrando que incluso con él borrándose del partido eran capaces de barrer a cualquier rival que se les pusiera enfrente.

Llegada la segunda ronda los Vancouver Grizzlies se presentaban como el nuevo rival a batir. Liderados por el canadiense Luke Pirtsmouth y un ex-Rocket como Walcott, el equipo que entrenaba el jugador que les había liderado a dos campeonatos al final de la segunda década del nuevo milenio (Gerald Daniels) se perfilaba como un hueso duro de roer.

Aún la apariente superioridad del rival, los angelinos se refugiaban en la figura de su flamante estrella, recién galardonado por cuarta vez en su carrera como MVP de la temporada regular. Tras una estratosférica exhibición de fuerza en la primera y segunda mitad resolvió el partido para los suyos, haciendo gala de una superioridad que nadie pensaba que aquella plantilla pudiera alcanzar.

Tras el descanso los Grizzlies salieron muy mentalizados para variar el rumbo del partido, pero otra vez se encontraron ante un Marcus Lemmeis al nivel de dominio más alto que ningún jugador de baloncesto había alcanzado. Nada le separaría, ni con aquella mediocre plantilla, de lograr su quinto anillo. Nada le separaría de otra era de dominio absoluto en la liga. Los más grandes observaban desde su olimpo en Springfield al que por méritos ya se había unido a ellos mientras Bullock temblaba en su ático de Manhattan, con lágrimas en los ojos al darse cuenta que estaba condenado a no ganar nunca nada bajo el dominio del número uno.
Lemmeis robaba el enésimo balón a Pirtsmouth y Brian Shaw llamaba a Sweet para que pidiera el cambio mientras su estrella cabalgaba decidido hacia el aro. Fue al completar el tercer bote y marcar los pasos cuando la historia dio un giro dramático que nadie al contemplar aquel dios sobre la cancha había podido anticipar...

Inexplicablemente la rodilla sucumbió a la fuerza de aquel movimiento tan natural antes del mate que Lemmeis dominaba a la perfección desde que había cumplido los catorce años. Fue al estirarse para completar el salto cuando la rótula giró dolorosamente sobre sí misma y estiró de tal forma los ligamientos cruzados que acabó por romperlos. El balón jamás llegaría a la altura del aro y Marcus tardó más de medio año en poder completar con éxito un movimiento similar.

El número uno caía al suelo mientras el silencio más absoluto regnaba en el ambiente. De repente se habría un hueco para que otros pudieran hacerse con el ansiado campeonato, y los Lakers se veían condenados a la más absoluta de las miserias. Ganarían aquel partido, incluso lograrían hacerse con el quinto en homenaje a su heroe caído, pero poco más podrían hacer para evitar que los Grizzlies llegaran a la final de conferencia y, a la postre, perdieran ante el equipo que acabaría ganando el campeonato...

Wilton igualaba a Lemmeis en número de anillos mientras Bullock perdía una vez más, esta vez ante un Tommy Arison que de fuerza emergente se había convertido en una realidad. Cuarenta años después los Rockets podían presumir de campeonato, un título muy celebrado en Houston pero que poca trascendencia tuvo en el resto del mundo, más pendiente del estado de la rodilla de Marcus Lemmeis que de preocuparse sobre quién, gracias a la baja del más grande, le había arrebatado el título.

Friday, May 02, 2008

Lemmeis VII

A llenar una mano de anillos

Había ganado su cuarto anillo consecutivo, convirtiéndose a los 25 años en el segundo jugador de la historia que lo lograba como estrella de su equipo. Los ocho campeonatos seguidos de los Celtics aún estaban lejos, pero si había alguien capaz de arrebatarles el hito este era Marcus Lemmeis.

Immediatamente después de ganar el choque definitivo en el Garden se olvidó de los festejos en Los Angeles y voló dirección a Pittsburgh. Estaba harto de la liga, con los que le adoraban lamiéndole el culo allí donde iba y los que le odiaban sin dejarle respirar tranquilo. Quería volver a casa para estar con sus amigos de instituto, dos de los cuales habían llegado a la NBA: Mike Hayes, de los Blazers y Travis Strong, de los Hornets.

A pesar de haber pasado a la historia, aquello no le llenaba en absoluto. La fama y la prensa parecían centradas en hacerle la vida imposible, en evitar que a pesar de encontrarse en una plenitud de juego jamás vista en la historia del baloncesto pudiera ser feliz con lo que tenía y que por su culpa, pensaba, había perdido.

Solo en casa de sus padres pasó el verano rodeado de quienes siempre habían estado a su lado mientras pasaba de los compromisos que había adquirido anteriormente. Faltó a su viaje por Asia patrocinado por Adidas y a la llamada de la selección estadounidense, que disputaba los juegos olímpicos de Dublín. Se alejaba del baloncesto competitivo y todo lo que lo rodeaba, deseando que aquel deprimente verano, aunque fuera lo más feliz que había estado en todo el año, no acabara nunca.
Finalmente tuvo que separarse de los suyos para asistir a la final de la Copa Mundial que se disputaba en Yokohama, en la que el Tallin Cramo de Estónia sería su rival. Con el conjunto angelino al completo en un estado físico lamentable, el equipo que lideraban Ildres y Andurs pasaría por encima del considerado mejor equipo del mundo, dando el primer título mundial a un equipo que bastante había hecho el año anterior con ganar la Euroliga.

Aquello fue un golpe muy duro para un Lemmeis más solo y fastidiado que nunca. La columna vertebral del equipo estaba ya muy envejecida, con Norman, Donaldson y Reid dando quizás su última campaña de buen baloncesto. Marcus se había desentendido totalmente de los movimientos del equipo en verano, mientras que una franquícia acomodada tras cuatro anillos consecutivos no había planteado ningún cambio para lograr que un equipo en el que ni siquiera quedava la ambición de Terry Norman tuviera nuevos alicientes para volver a lograr el anillo.

Por su parte la liga perdía por su veteranía a Willie Barson y Randy Wilton como grandes iconos de la competición. La apatía de Marcus Lemmeis no le hacía digno de convertirle en imagen de la mejor liga del mundo, que en su lugar confiaría en carácteres más amigables como Bullock, Arison, Haykes o Fox. Incluso desde la misma liga parecía que Lemmeis era el villano, imagen que él no hacía más que reforzar con su pasividad y su actitud negativa hacia todo lo que le rodeaba.

Antes de cerrarse el mercado de traspasos forzaría un intercambio a tres bandas que llevó a sus queridos Hayes y Strong a la franquícia angelina, que a cambio perdía a Caldwell y McCain, envejeciendo aún más la plantilla. Bass, Norman, Donaldson, Lemmeis y Reid seguirían siendo el quinteto preferido por Shaw, mientras que Perkins, Hoobson, Deberick, Hayes, Sweet y Strong formarían el núcleo fuerte del banco.

Esta sería la plantilla que empezaría la temporada 2032-2033, con el objetivo de lugar el quinto anillo de forma consecutiva. El cuarto banderín sería el maestro de ceremonias perfecto para un primer partido ante los Heat que resolverían con facilidad. Sería la primera de las siete victorias que saldarían de forma consecutiva antes de caer, con relativa sorpresa, ante los Raptors.
Lemmeis iba lanzado hacia otra corona anotadora, jugando más solo que de costumbre. Por primera vez en años Shaw se veía obligado a hacer cambios en el quinteto habitual, pues Reid, Donaldson y Norman estaban totalmente fuera de forma y no estaban para jugar mucho más de veinte minutos y seguir siendo competitivos.

Cada vez que abría la boca Marcus Lemmeis agradecía al General Manager el haber fichado a sus dos amigos de la infancia, aunque a la vez aprobechaba para lanzar un dardo envenado en referencia a aquellos que ya no le seguían como en años anteriores. Terminaba diciendo que deseaba lo mejor para el equipo, pero que quizás los movimientos debían haberse encarado hacia el imminente cambio de ciclo que hubiera sido mejor aventurar "antes de que fuera tarde".

Era rara la ocasión en que no era criticado o silbado a lo largo y ancho del territorio NBA, siendo Detroit (por su paso por la universidad de Michigan) y Philadelphia (por su cercanía con Pittsburgh) las únicas excepciones a la regla. Lemmeis era sin lugar a dudas el chico malo de la liga, el villano que no hacía más que alimentar las feroces críticas hacia su persona cada vez que abría la boca o dedicaba un gesto a público y equipos rivales.

Llegó la navidad, y con ella un interesante duelo entre Lakers y Rockets que enfrentaba a Lemmeis con la fuerza emergente (Arison) y su viejo amigo Wilton. Marcus se empeñó en demostrar que en una hipotética final del oeste los tejanos no podrían con él, pero tras dos prórrogas los Lakers terminarían cayendo. Aquella dolorosa derrota la pagaron los Clippers en la jornada siguiente, recibiendo 96 puntos de un Lemmeis empeñado en demostrar con aquella exhibición que era, sin lugar a dudas, el mejor baloncestista de la historia.

Tras la habitual cena de fin de año que el propietario ofrecía a la plantilla Lemmeis, Hayes y Strong decidieron alargar la velada para celebrar la hazaña del escolta y entrar con buen pie al año nuevo. Se pasaron la noche recorriendo locales conocidos de la ciudad y llegaban al amanecer a la mansión de Marcus para descansar tras una noche algo agitada. Perderían el avión que llevaba a su equipo a Indiana, recibiendo un ejemplar castigo de diez partidos que en el caso de Hayes y Strong no fue suficiente, pues aquella juerga les costó el despido.

Aquella polémica supuso el primer choque frontal de Marcus con su amada franquícia, que se remitió a los cuatro años que aún le restaban al contrato de su estrella para obligarle a cumplir con sus obligaciones. Lemmeis volvería a los entrenamientos tras la gira por el este que su equipo saldó con cinco derrotas. No se hablaba con Shaw ni ninguno de sus compañeros, y cuando por fin volvió a las canchas se dedicó simplemente a engordar su estadística personal mientras la comunión de equipo que había llevado a cuatro anillos consecutivos se desmoronaba.
Llegaba el All-Star y la franquícia obligó a Lemmeis a acudir, aunque este hubiera llevado a luz pública su intención de pasar unos días en Pittsburgh. Fue multado por la liga por pasar de los compromisos publicitarios de esta y las obras sociales que tuvieron lugar en Minnesota, pero finalmente llegó desde su casa para asistir al partido, en el que los suyos resolverían y él se llevaría el MVP llevándose un abucheo histórico.

Ni siquiera en su casa era bien recibido, pues su actitud empezaba a molestar al único público que hasta aquel momento le había adorado. Estaba claro que la química que por su culpa regnaba en el vestuario no era la adecuada para lograr otro anillo. Lemmeis pasaba de las críticas dedicándose a su principal objetivo, hacerse con el MVP y demostrarse a sí mismo que sólo podía ganar el anillo.

Llegaron los Play-Offs y los Lakers recibirían a los Suns como primeros clasificados de la temporada regular. Djeric era un gran jugador, pero no pudo ni siquiera ganarle un partido al MVP de la competición. Lo mismo ocurriría con los Wolves de Clifford y Terry en segunda ronda, aunque estos pudieron al menos salvar el honor ganando un partido.

Los Lakers llegaban por enésima vez consecutiva a otra final del oeste, escenario en el que sorprendentemente se enfrentarían a los Denver Nuggets. Todo el mundo esperaba los Rockets de Wilton y Arison en el gran escenario, pero el primero había demostrado ser ya muy mayor para resolver por sí solo y el segundo había pagado la novatada de verse como uno de los favoritos al título.

Denver opuso una resistencia firme. Woods y Corke querían hacerse con el anillo a toda costa, y sabían que tras sorprender a Houston difícilmente tendrían una mejor oportunidad. Solo había que parar a Lemmeis, pues se había demostrado a lo largo de la campaña que el resto se paraban por sí solos...

Tras perder los dos primeros choques Marcus se dió cuenta de cuanto se había equivocado hasta entonces. Pidió a sus compañeros un esfuerzo extra a cambio de comprometerse a intentar cambiar su actitud en la cancha, y gracias a ello lograron arrebatarles a los Nuggets cuatro partidos del tirón y llegar a su quinta final de la NBA consecutiva, escenario en el que sorprendentemente no aguardaban los Knicks de Bullock.
Willie Barson ni siquiera había sido All-Star aquel año y había anunciado su retirada, pero antes de poner punto final a una histórica carrera quería llevar a los Celtics a ganar un anillo más. El conjunto bostoniano venía muy cansado de las tres eliminatorias previas, que habían resuelto por 4-3 en tres agónicos partidos decisivos. Los Lakers eran los claros favoritos, pero ya desde el primer partido Barson demostró que los verdes iban a plantar cara.

Lograron llevar la serie a Boston con empate a uno, y salieron de allí con 3-2 a su favor a pesar de las monstruosas exhibiciones de Lemmeis, que faltaba a su promesa y volvía a intentar hacerse con el anillo librando batallas en solitario. Con 54 puntos lograría empatar la serie y llevarla a un decisivo encuentro, pero en este recibiría una auténtica lección de maestría, humildad y trabajo en equipo.

Willie Barson se coronaría como el MVP de las finales a pesar de no destacar por encima de sus compañeros en ninguna categoría estadística. Sería el premio a una gran carrera y, sobretodo, a la defensa sobre Marcus Lemmeis que permitiría a los suyos sorprender en Los Angeles y destrozar la ambición del dorsal uno de los Lakers de poder llenar su mano de anillos.

El escolta no haría declaraciones al término del partido, ni en todo lo que restaba de junio. El entorno de la liga asistía a multitud de rumores que apuntaban hacia que el escolta había pedido el traspaso y que incluso pensaba en la retirada. Nada más lejos de la realidad, Lemmeis se encontraba en casa de sus padres llorando al recordar todos los errores que había cometido y sin saber en que dirección encaminar su carrera.