Sorprendido aún por esta trágica notícia, Maloney aún daría un susto más a su estrella pocos días después cuando, tras la celebración del Draft, se anunció otro movimiento de dudosa necesidad: traspasar a todo un All-Star, Mikki Fortson, a los Bucks a cambio del número 6 del Draft (el ala-pívot Travis Stewart), el alero Mark Guittler y el escolta Wheine Losman, más la primera ronda del Draft del 2024. Los 76ers justificaron el traspaso en el hecho de que Armstrong y Beasley se retiraban, a la vez que Rainey y Doohan quedaban libres al finalizar contrato. Además, eligieron al pívot Dennis Carragher en el puesto número 32.
Con malas sensaciones tanto en el equipo como la afición, se llegó a un mes de julio que se presentaba más polémico que los anteriores. Aún sin entrenador, con muchas plazas vacantes en la plantilla, y con el hecho de contar con la gran estrella del equipo descontenta con las decisiones tomadas; y el gran problema, en el que debía ser el verano de su renovación.
Sin contar aún con el malestar de su jugador franquícia, Maloney hundió aún más las posibilidades de renovarle, traspasando al base titular Kirk Atkins a los Heat a cambio de una segunda ronda y un base veterano que cobraba el mínimo en el que iba a ser su último año en la liga: Javaris Crittenton.
Wilton decidió aislarse por completo de aquel entorno, yéndose de vacaciones con su novia, la cheerleader Kristinna, a las Maldivas. William, su representante, se encargó de alargar el plazo con el general manager, que empezaba a intuír lo que le venía encima.
Tras una mala experiencia en Seattle, Eric Snow sería el elegido para dirigir aquellos Sixers. Base titular en las finales del 2001, se le vendía como un hombre de franquícia que imprimiría su juego para dar otro campeonato a la ciudad. Así pues, se pasaría del baloncesto ofensivo de Steve Kerr a la construcción desde atrás que planteaba el nuevo técnico.
El propietario Will Smith dio a entender que no le gustaba el planteamiento, y así se llegó al mes de agosto en que, según los planes de Maloney, había que renovar a Randy.
Wilton se encargó de acortar el proceso; su negativa fue rotunda desde el primer día, llegando a plantear incluso el traspaso como posible solución. Maloney se excusó en el nuevo convenio colectivo para justificar el aplazamiento de la renovación, mientras que Randy y su hermano fueron sinceros desde el principio.
La pretemporada empezó antes de tiempo para los Sixers ante su inminente compromiso en la Copa Mundial, que se jugaba en Capetown, como acto de estreno del pabellón olímpico de la ciudad sur-africana. Vistiendo de morado vencieron con ciertas dificultades al Nokia Helsinki finlandés. Randy Wilton fue el mejor del partido con 19 puntos y 12 rebotes, en 39 minutos en pista. Sabía que, aunque no hubiera anotado, se le hubieran dado a él.
Consciente de su descontento, Snow decidió ganarse al líder de su equipo. Le dijo que entendía su postura, y que a lo mejor su estilo no era el mismo, pero que eran dos hombres perdidos en medio de una lucha (la que mantenía el propietario Smith con Maloney), y que solo podían unirse a por el objetivo común: el anillo.
En motivo del partido inaugural ante los Suns, el comisionado Clancy visitó el Independence Coliseum de Philadelphia. Allí entregó los anillos de campeones a Wilton, Slay, Person, Brewer, Buscuzo y Willis; también a Beasley y Armstrong que, ya retirados, estuvieron presentes en la ceremonia. Sobraron cinco, que irían en los próximos días a adornar los dedos de Fortson, Rainey, Doohan, Atkins y Kerr.
Así pues, con Snow de entrenador, los 76ers presentaban una alineación totalmente nueva con Wilton, Person, Brewer, Willis y Buscuzo, con cuatro jugadores que antaño eran suplentes, y con Slay, Carragher, Stewart, Guittler, Losman, Butler y Crittenton saliendo desde el banquillo.
Como ocurrió en el primer partido, Wilton no recibia suficientes balones y, al mismo tiempo, sus compañeros tenían preocupantes problemas para anotar. Con esto, se llegó al mes de diciembre con un pobre balance de 12-17, y Stewart, Guittler, Losman y Crittenton acompañando a Wilton en el quinteto titular.
Los números de Wilton eran los peores de su carrera, con 22.8 puntos por partido, 9.8 rebotes y 2.4 asistencias por partido. Solo en tapones lideraba la liga, bastante por encima de su rival en este apartado, Dale Funs.
Snow había convertido los Sixers en la mejor defensa de la liga, pero también en uno de los peores ataques. La única fórmula para anotar eran los balones a Wilton, los pocos triples que lograra Guittler y el acierto de un rookie, Stewart, al que se le pedía demasiado a sus 19 años.
El que antaño era conocido como el jugador más dominante del siglo, no estaba ni tan solo en las quinielas para el MVP. La desmotivación que arrastraba de buen principio, sin duda, no estaba ayudando al equipo, pero estaba claro que no era el gran problema, como lo intentaba dibujar desde el palco Matt Maloney, que centró en Randy todas las críticas hacia el equipo.
Pero su opinión no era compartida por la prensa, ni por Smith, que decidió que su regalo de navidad sería despedir al controvertido mánager. Kerr rechazó todo intento que se hizo para ser el elegido, y los Sixers llegaban en el partido de homenaje a Armstrong en New Orleans (donde su dorsal 12 sería retirado entre los de Paul y Phills), aún sin nadie en el cargo.
Smith bajó al vestuario para hablar con su jugador franquícia, ante la duda de su permanencia en el equipo. Wilton le dijo que difícilmente seguiría en el equipo la próxima temporada pero que, en caso de irse, lo haría mediante un traspaso tras renovación, que sería beneficioso para ambas partes.
Con hambre de sacar aquella temporada adelante, Wilton lideró a los suyos a una racha de trece victorias consecutivas a principios de enero, para situar a los vigentes campeones, por primera vez en la temporada, en puestos de Play-Off. Aún estaban lejos de Orlando, New York, Chicago y Boston, los que hasta el momento habían dominado la conferencia, pero se iban acercando.
Los Bucks de Fortson visitaron el Independence Coliseum poco antes del parón del All-Star. El viejo compañero igualó su marca de 43 puntos para cortar la racha de triunfos a sus anteriores compañeros, en una noche en que su vieja afición le rindió un homenaje contínuo a lo largo de las dos horas y media que duró el partido, el primero en que el mítico 7 volvía a pisar su antiguo santuario.
Con un aceptable récord de 35-29 la temporada llegó al partido de las estrellas, que se disputaba en el clásico pabellón de Indianapolis, el Conseco FieldHouse.
Al lado del pívot más votado (Wilton) saldrían de inicio el ídolo local, Norman (Indiana), Dewirn (Chicago), Fortson (Milwaukee) y Barson (Boston). Mills (Orlando), Hurbett (Atlanta), Benjamin (Cleveland), King (Charlotte), Duff (Cincinnati), Rose (New York) y Myers (Orlando). El entrenador sería todo un clásico del banquillo de Chicago, Avery Johnson, que dejó más minutos en cancha a Mills que a Wilton, llevándose más de un abucheo como recuerdo del encuentro.
Por parte del oeste habían salido Francis (Denver), Stackhouse (Phoenix), Daniels (Vancouver), Taylor (Houston) y Reid (San Diego) como titulares, mientras que Funs (Houston), Vinyard (Utah), Voshell (Seattle), Newble (Phoenix), Layne (Portland), Monaghan (Las Vegas) y Lewis (Dallas), serían las opciones de Marshall, entrenador de los Rockets.
El oeste acabaría fácilmente con el este, y Daniels ganaría su segunda nominación a mejor jugador del partido, premio que Barson luchó hasta el final, persiguiendo la guinda que faltaba aún en su por ahora corta carrera (justo disputaba su sexto año en la liga).
Tras agotarse las últimas opciones de traspasar a Wilton, los 76ers afrontaron con optimismo y un gran sentido de la responsabilidad el tramo final de la temporada. Les esperaba una dura gira que les llevaba a las siete canchas más difíciles del oeste (Dallas, Houston, Denver, Phoenix, Vancouver, Portland y Seattle), más los tres partidos a jugar en New York, Cincinnati e Indiana.
El vendabal se superó con una sorprendente racha de diez triunfos, gracias a la gran aportación de Travis Stewart en su cruzada para ganar el rookie del año, las medias de Wilton en aquellos compromisos, que subieron hasta los 37 puntos, 17 rebotes y 4 asistencias y la aportación de dos veteranos como Guittler y Crittenton.
Aún el mal inicio, la temporada se saldó con un récord de 53 victorias por 37 derrotas, quedando como el cuarto mejor equipo de la conferencia, un poco lejos de los campeones de su división (Boston Celtics).
Los Bucks de Fortson serían, precisamente, los primeros en anteponerse en el camino al back-to-back. El 7 era el líder de un grupo joven y ambicioso, que tenía en el rookie aleman Warligger (uno de los pocos europeos fuera de la Euroliga), un valor en el que apoyarse para llegar a lo más alto.
El primer partido lo resolvió un gran último cuarto de Guittler a favor de los Sixers. Los Bucks lograban el empate en el segundo y el tercero, ya jugado en Wisconsin, se lo llevaban los de Philadelphia.
Tras un cuarto partido en que no jugó Wilton por precaución médica, decidió que en el quinto había llegado su hora de aparecer. Finalizando el partido con 51 tantos anotados, se acercó peligrosamente a su techo de 65, establecido en su año de rookie. Warligger se rindió a la superioridad de su par, al igual que en el sexto, en que tampoco pudo pararle.
Pero Fortson había salvado a los suyos del hundimiento, y la eliminatoria llegaba a un decisivo séptimo partido a cara o cruz para ambos. Wilton estaba en un momento dulce, pero los Bucks contrarestaban su aportación a base de contraataques. El banquillo Sixer se demostraba, como a lo largo de la temporada, insuficiente para poder hacer frente a aquello. Tras ver como sus compañeros fallaban dos tiros decisivos, Wilton decidió que la prórroga tenía que ser su momento.
Balón tras otro. Los hundió todos en la red de su canasta para poner suficiente tierra de por medio a falta de un minuto, y ser despedido a lo grande por su público tras haber anotado 21 puntos en 240 segundos, acabando el partido con 67, y superando su récord.
Los Sixers llegaban a segunda ronda y, tras ver como Stewart no podía hacerse con el rookie del año, no dudaban en que Wilton lograría el MVP. Pero sus altísimas medias de anotación (29,7), rebotes (12,2), asistencias (3,6) y tapones (2,8) apenas le valieron para ser el cuarto clasificado;
delante de él quedarían Stackhouse (Phoenix), Daniels (Vancouver) y Barson (Boston), que ganaba su segundo trofeo Maurice Podoloff. Wilton se conformó con el trofeo a mejor defensor del año, que si bien merecido, le sabía a poco después de haber quedado tan lejos en la lucha por el premio al mejor jugador.
Precisamente los Celtics (mejor equipo del este en temporada regular) serían los siguientes rivales de los de Philadelphia, y Wilton les tenía más hambre que nunca.
Nadie podía pararle, su motivación estaba en el punto más álgido. Tras haber establecido el récord histórico de anotación anterior tres noches atrás, lo pulverizó al lograr 76 en el primer encuentro de la serie, en que los Celtics solo podrían lograr quedar 30 puntos por detrás en el marcador. El segundo fue más de lo mismo, y Wilton anotó más de la mitad en la victoria 103-92 en el Green Garden Center. Se despidió de la ciudad augurando que el Green Garden Center no vería ningún partido de sus ídolos hasta el septiembre siguiente.
Esta provocación fue suficiente para que Barson sacara todo su orgullo, pero nada pudo hacer para evitar dos derrotas más y ver como los Sixers llegaban a la final tras barrer al que había sido el mejor equipo de la temporada regular. Barson tenía su premio, pero no pasaba de segunda ronda en una de las mejores temporadas de su carrera.
Allí esperarían a los Magic de Orlando, que acabaron con los Bulls en cinco partidos. Lejos de su época más dorada, Mills les había devuelto a una final de conferencia que hacía cinco años que no jugaban.
El mejor defensor (y mejor atacante) pudo con aquel chico atlético de 2'27 que se había
convertido en el nuevo ídolo de la afición de Florida, muy amante de los pívots dominantes. La serie se trasladó a Philadelphia y la euforia invadió la ciudad tras poner el 4-0 en la eliminatoria y llegar a su segunda final de la NBA consecutiva.
Esperaban rival de la serie Phoenix-Vancouver, dominada por los de Nash por 3-1, y tras la sorpresa de ver a los Grizzlies eliminar a los Rockets en segunda ronda. Finalmente los Suns volvían a una final de la NBA, con la derrota ante los Celtics dos años atrás aún en mente.
La mejor tripleta de la NBA (Stackhouse-Newble-Stone) ante el mejor jugador. Así se vendía aquella final del 2024, por la que muchos hubieran apostado de no haberse marchado Kerr y Fortson de Philadelphia. Aún así, gracias a Wilton, los Sixers eran los campeones de la conferencia este y, una vez en la final, podían con cualquiera.
Vince Lozano fue el elegido por Nash para emparejarse con Wilton. También en los banquillos había un duelo estelar. Dieciséis años después de verse las caras en las finales del 2008 por última vez, Eric Snow y Nash se enfrentaban, esta vez en los banquillos. En aquella ocasión Snow o, mejor dicho, Lebron James, había ganado el pulso.
Lozano era un pívot bajo, rocoso, con grandes fundamentos pero muy lento. En el primer partido realizó su función a la perfeccion: sacar de quício a Wilton, que fue expulsado por seis personales. Los Suns lograban la victoria, pero no pudieron repetir hazaña en el segundo partido, con lo cual la eliminatoria viajaba a Philadelphia con empate a uno en el marcador.
Con Newble, Stone y Stackhouse convinándose para lograr más de ochenta puntos, poco pudo hacer Wilton para alcanzar los 130 que lograron los Suns. Nash se olvidó de parar a Randy y centró su esfuerzo en correr y anotar, algo que los Sixers no podían (ni Snow quería) hacer.
La afición de Philadelphia mostró su descontento con el juego del técnico en el cuarto partido en que, otra vez, los Suns arrollaron por completo a los Sixers. La eliminatoria volvía al desierto con 3-1 a favor de los de Arizona, y los ánimos en Philadelphia de haber visto el último partido de Randy Wilton, que se despedía con 44 puntos.
Todos y cada uno de sus compañeros sacó lo mejor de sí para cumplir el deseo de Randy: volver a Philadelphia. El quinto partido de la final del 2024 se convirtió en uno de los mejores de la historia de las finales, resuelto a favor de los 76ers por 124-127, y con 57 puntos de Wilton.
Aún ya de buen principio ir por detrás en el marcador, los aficionados nunca dejaron de aplaudir a sus jugadores (Wilton en especial) durante el transcurso del partido. Poco pudo hacerse para alcanzar a los de Phoenix, y Snow decidió cambiar tras un triple anotado (el primero que metía, y tiraba, desde que llegó a liga) a Wilton, un ídolo como pocos a pesar de llevar solo cuatro años en la franquícia.
Nash y sus Suns festejaron en la cancha el segundo título conseguido (diecisiete años después). Los aficionados de los Sixers les aplaudían y despedían a lo grande, y se resignaban a los tiempos peores que se acercaban. El mismo Smith felicitó a todos y cada uno de los jugadores de Phoenix, y señaló el techo con el dedo al ir a abrazar a Randy.
Al término del partido ya hubo los primeros contactos entre los de Philadelphia y media liga. En la rueda de prensa posterior al partido, Randy sellaba con su firma aquello que había acordado con el propietario. Firmar su renovación y estudiar junto a su hermano y el equipo un posible destino. Tras todo lo ocurrido aquel año, tras todo aquello logrado, solo concebía su futuro lejos de aquella ciudad; por el momento...
7 comments:
Enorme, Wolf. En un par de años quiero estas crónicas plasmadas en una buena película...
Todo depende de lo que me ofrezcan los hermanos Warner o la Fox jeje
Gracias Peter por ser fíel lector de las crónicas de Wilton, al igual que todos los que lo hagáis, muchas gracias!
Así que wilton se pira del equipo. No me extraña un pelo. Con Snow de entrenador vaya sufrimiento.
genial tiooooo. Mola muchisimo, eres un crack de cracks
Yo creo que Wilton acaabra quedandose en Philly, al menos otra temporada mas
crack genial!!! si señor, que buena historia. y al menos seguia habiendo un equipo en seattle, lo que me hace albergar esperanzas, al fin y al cabo, la realidad siempre supera a la ficcion.
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