Cambio de actitud
El fracaso en las últimas finales había hecho mella en Marcus Lemmeis. Con la mayoría de compromisos publicitarios rotos volvería a cerrarse en banda durante el verano, en el que alternó tardes de sol a sol jugando al baloncesto con los amigos con largas jornadas encerrado en casa pensando o rememorando tiempos pasados en los que creía haber sido feliz.
Para alguien que lo ha sido todo no hay nada peor que verse superado por un jugador al que dabas por muerto. Esto le había pasado a Marcus Lemmeis, que al ver a sus archirrivales Wilton y Bullock caídos en combate soñaba con humillar a Willie Barson, la última leyenda céltica. Nada más lejos de la realidad, el mítico escolta de Boston le había arrebatado el que hubiera sido su quinto anillo consecutivo, y lo que era peor, no le daría la oportunidad de vengarse.
Barson se había retirado y privaba a Lemmeis de salvar el honor perdido. Se tendría que conformar con iniciar una nueva era de anillos, reanudar su dominio sin el único rival que le había derrotado enfrente. A sus 26 años (cerca de los 27) aún tenía mucho recorrido por delante, pero su equipo envejecía a marchas forzadas y Atlanta, New York, Springfield, Houston o Vancouver crecían a un ritmo vertiginoso.
Lemmeis habló con el General Manager, y ambos llegaron a la conclusión que había llegado el momento de renovar el equipo. Solo Bass, Hoobson y Sweet seguirían de años anteriores, pues Norman y Reid se retiraban y Donaldson cambió de aires. La mitad de los hombres de rotación también cambiaron de aires, así que serían solo cuatro los supervivientes del equipo tetracampeón.
Tyson Kennedy y Justin Berford serían los mejores refuerzos en un verano en que costó sudor y lágrimas encontrar quién quisiera ir a Los Angeles. La mala prensa de Lemmeis y su mala relación con el entorno alejaron a muchos de firmar por los Lakers, algo sorprendente teniendo en cuenta que la franquícia angelina era tradicionalmente el destino más atractivo.
Todo el mundo seguía considerando a los Lakers como un aspirante, pero nadie confiaba que pudieran superar a los Rockets en una posible final de conferencia, y de logarlo no les auguraban la misma suerte ante los Knicks. Todo el mundo apuntaba hacia un cambio de ciclo, una nueva era en la que un Arison acompañado de una leyenda de la talla de Wilton o Bullock serían sus máximos exponentes.
Marcus se motivó para evitarlo y seguir callando bocas a sus críticos, que ahora que veían al conjunto angelino debilitado salían de debajo las piedras. Él era consciente de ser el villano número uno de la liga, sabía que salvo en Detroit y Philadelphia le odiaban en todas las ciudades a las que acudía. Podría haberlo evitado, incluso estaba aún a tiempo de mejorar su imagen...
Unos Celtics debilitados tras el retiro de Barson se hacían con la Copa Mundial mientras el resto de la liga justo empezaba la pretemporada. En el vestuario angelino había muchas caras nuevas, y como capitán Lemmeis debía velar para que todo el mundo se adaptara lo más rápido posible. Ejerció de perfecto anfitrión y cambió el concepto que los nuevos tenían de él, aunque nadie creyera sus palabras cuando le alabaran en la prensa...
Con una comunión similar a la que había en los primeros años del escolta en el equipo Brian Shaw tenía grandes esperanzas puestas en su equipo. A pesar que se había rumoreado sobre su retiro a lo largo del verano seguía viéndose capacitado, a sus 67 años, para seguir un par de años más. A Lemmeis le restaban aún tres años de contrato y aunque aún le quedaba muy lejos la expiración de su compromiso meditaba sobre que haría una vez acabara su compromiso...
El baloncesto le seguía llenando, pero odiaba todo lo que le rodeaba. Se sabía víctima y al mismo tiempo culpable de su situación, pero detestaba que todo lo que hacía fuese mirado con lupa solo por ser tan bueno. Algo de culpa habría tenido él, pero en el fondo pensaba que todo lo que había ido mal en su vida privada era también culpa de este entorno.
Aquel año pensaba dedicarse únicamente a dar lo mejor de sí mismo e intentar ser mejor compañero, sin pensar en ningún momento en lo que decía la prensa sobre él. Se había puesto un reto muy difícil de conseguir, incluso para él: lograr un triple doble de media en puntos, rebotes y asistencias y acercarse lo más que pudiera al liderazgo en cada una de aquellas categorías estadísticas.
En puntos no le sería difícil volver a ser el mejor de la liga, pero en asistencias la competencia estaba servida con Eddie Fox a un nivel soberbio en las últimas campañas. De todas formas, el base de Miami se encontraba ante una inminente cuesta abajo, con lo cuál quizás tendría oportunidad para superar un reto que, en el caso de los rebotes, se antojaba imposible.
Los Lakers empezarían la temporada venciendo en casa a los Mavericks, que tenían en Gerald Bentley la estrella emergente que intentaría darles por fin un anillo. Aún estaba lejos su momento, pero con Arison, Bullock y él mismo acercándose a su madurez baloncestística Bentley encabezaba la nueva generación que no debía tardar en dominar la liga.
Enseguida los críticos de Lemmeis volvían al armario del que nunca, según pensaba él, nunca deberían haber salido. La media de triple doble, un hito con contados precedentes, era ya una realidad, y nada parecía indicar que Marcus pudiera bajar el nivel que estaba alcanzando. Con 32 puntos por noche, y rondando la decena de rebotes y asistencias en la mayoría de los choques, emulaba a leyendas de la talla de Oscar Robertson o Lebron James.
Trataba de transmitir confianza a sus compañeros y tener siempre la actitud adecuada de cara a construir un equipo campeón. Tenía claro que ninguno de los que compartían vestuario con él eran nada del otro mundo, pero era plenamente consciente que si había alguien que podía llevarles en volandas hasta un anillo ese era él.
Bass había sido uno de los mejores pívots de la liga, pero su momento hacía mucho tiempo que había pasado. Kennedy era un alapívot trabajador y que gracias a él se acercaba al 20-10 por noche, pero no pasaba de rotación de lujo en un proyecto medianamente serio. Berford no defendía mal y abierto no tenía malos porcentajes, pero era incapaz de crear sus propios tiros y meterse en la zona. Diener Lang, por su parte, se limitaba en pasar desapercibido en su campaña rookie y dar el balón enseguida que lo pedía Lemmeis, que a la postre era quién hacía jugar a su equipo.
Sumale al triste panorama una rotación útil que se limitaba a Hoobson, Moss y Sweet y te encontrabas ante un equipo que sin Lemmeis probablemente flirtearía con los puestos altos en el Draft. Por suerte contaban en sus filas con un fenómeno, el más grande fuera de serie que había visto este deporte. Todo el mundo le odiaba, pero no había discusión posible en este sentido.
Fue gracias a sus constantes exhibiciones que los Lakers llegarían como líderes al parón del All-Star, con lo cuál Brian Shaw sería una vez más el técnico de la conferencia oeste. Los Angeles alojaría el evento, algo que Lemmeis agradecería especialmente ya que al menos no sería silbado en cada posesión que tocara el balón.
Como el año anterior apenas sintonizaría con sus compañeros, pero les llevó a ganar otra vez el partido, además de ser MVP por segunda temporada consecutiva algo que, por otra parte, no era muy habitual en un evento de estas características e incluso quedaba un poco mal. Al menos en esta ocasión el público estaba a su favor...
Con solo dos meses por disputarse Lemmeis no bajó el pie del acelerador y permitió a los suyos llegar líderes a la fase final del campeonato. En Los Angeles todos creían en el milagro, pues Marcus se había mostrado a un nivel sobrehumano a lo largo de la campaña y nada parecía imposible.
Los Clippers fueron la primera víctima angelina en su camino hacia el título. En ningún momento dieron tregua a los de San Diego, que se despedirían de la serie con el dudoso honor de no haber podido arrebatar a los Lakers ni siquiera un parcial. Lemmeis pudo incluso dedicarse a subir la moral de sus compañeros bajando de los treinta puntos en tres de los cuatro choques, demostrando que incluso con él borrándose del partido eran capaces de barrer a cualquier rival que se les pusiera enfrente.
Llegada la segunda ronda los Vancouver Grizzlies se presentaban como el nuevo rival a batir. Liderados por el canadiense Luke Pirtsmouth y un ex-Rocket como Walcott, el equipo que entrenaba el jugador que les había liderado a dos campeonatos al final de la segunda década del nuevo milenio (Gerald Daniels) se perfilaba como un hueso duro de roer.
Aún la apariente superioridad del rival, los angelinos se refugiaban en la figura de su flamante estrella, recién galardonado por cuarta vez en su carrera como MVP de la temporada regular. Tras una estratosférica exhibición de fuerza en la primera y segunda mitad resolvió el partido para los suyos, haciendo gala de una superioridad que nadie pensaba que aquella plantilla pudiera alcanzar.
Tras el descanso los Grizzlies salieron muy mentalizados para variar el rumbo del partido, pero otra vez se encontraron ante un Marcus Lemmeis al nivel de dominio más alto que ningún jugador de baloncesto había alcanzado. Nada le separaría, ni con aquella mediocre plantilla, de lograr su quinto anillo. Nada le separaría de otra era de dominio absoluto en la liga. Los más grandes observaban desde su olimpo en Springfield al que por méritos ya se había unido a ellos mientras Bullock temblaba en su ático de Manhattan, con lágrimas en los ojos al darse cuenta que estaba condenado a no ganar nunca nada bajo el dominio del número uno.
Lemmeis robaba el enésimo balón a Pirtsmouth y Brian Shaw llamaba a Sweet para que pidiera el cambio mientras su estrella cabalgaba decidido hacia el aro. Fue al completar el tercer bote y marcar los pasos cuando la historia dio un giro dramático que nadie al contemplar aquel dios sobre la cancha había podido anticipar...
Inexplicablemente la rodilla sucumbió a la fuerza de aquel movimiento tan natural antes del mate que Lemmeis dominaba a la perfección desde que había cumplido los catorce años. Fue al estirarse para completar el salto cuando la rótula giró dolorosamente sobre sí misma y estiró de tal forma los ligamientos cruzados que acabó por romperlos. El balón jamás llegaría a la altura del aro y Marcus tardó más de medio año en poder completar con éxito un movimiento similar.
El número uno caía al suelo mientras el silencio más absoluto regnaba en el ambiente. De repente se habría un hueco para que otros pudieran hacerse con el ansiado campeonato, y los Lakers se veían condenados a la más absoluta de las miserias. Ganarían aquel partido, incluso lograrían hacerse con el quinto en homenaje a su heroe caído, pero poco más podrían hacer para evitar que los Grizzlies llegaran a la final de conferencia y, a la postre, perdieran ante el equipo que acabaría ganando el campeonato...
Wilton igualaba a Lemmeis en número de anillos mientras Bullock perdía una vez más, esta vez ante un Tommy Arison que de fuerza emergente se había convertido en una realidad. Cuarenta años después los Rockets podían presumir de campeonato, un título muy celebrado en Houston pero que poca trascendencia tuvo en el resto del mundo, más pendiente del estado de la rodilla de Marcus Lemmeis que de preocuparse sobre quién, gracias a la baja del más grande, le había arrebatado el título.
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12 comments:
Brillant.
Me encanta tu estilo de redacción.
Pobre Marcus jajaja
Me cago en la "puñeta", escríbí un mensaje y se me borró, esto es lo que odio de blogger!!!!
Pero este no se me borra.
Decíoa que: "Se sabía víctima y al mismo tiempo culpable de su situación, pero detestaba que todo lo que hacía fuese mirado con lupa solo por ser tan bueno. Algo de culpa habría tenido él, pero en el fondo pensaba que todo lo que había ido mal en su vida privada era también culpa de este entorno".
Me encantaba esta frase, es una verdad de la vida como un templo".
Y que me encanta también el paralelsimo implícito que redactas en tus post.
Y una últmia cosa, que tmabién creo que Lemmeis y Wilton deben tener el mismo nº de anillos.
Wilton se retira con cinco, y a su retirada Lemmeis tiene cuatro. Hasta aquí puedo leer, pero parece más que probable que el genio supere al gigante :P
Un placer como siempre tenerte por aquí Wilt, y sí, el paralelismo con nuestro dios es más que evidente aunque solo sea en algunos de los trazos del personaje. Un saludo crack!
jijiji vaya crack!! y no me refiero a Lemmeis. coincido con maverik, me mola ese toque personal con el que escribes. eres un grande!
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Marcus está empezando a insinuar la idea de una pequeña novela. O un buen pdf. El caso es acabas de desvelar el final y la lectura sigue siendo igual de deliciosa.
Gracias, True, por tu entusiasmo, suavidad y nobleza. Conoces, porque es imposible conocer aquello que no se ama.
Un abrazo.
Gracias a todos los que os habéis pasado por aquí últimamente, siento profundamente no poder escribir nada nuevo pero entre que la universidat me ha tenido liado y que mi hermana descargó un capítulo de anatomía de grey con viruses de regalo pues como que no he podido mucho...
Intentaré traer algo esta semana y pasarme por vuestros blogs en cuanto pueda. Por cierto Gonzalo, todo un honor que te pases por aquí ;)
ey pasate por mi blog y comenta que te parece estoy empezando en esto del blog y veo que el tuyo esta muy bien y eso ok?
Hey, true wolf, ¿qué tal? Larga vida al basket como género literario. No conocía el blog de G. Vazquez y me ha dejado "pasmao" en el mejor sentido. Un saludo y cuidado con los virus, aunque sean debido a series médicas.
Hey wolf, pero aún tiens 19? Pero no tenias diecinueve ya hace dos años? Jajaj,joer aquí pasan los años para todos menos para tí. yo ya tengo 24.
Empecé recién cumplidos los 18 y dentro de una semana y dos días cumplo 20 jejeje
Es decir, sigo siendo un yogurín comparado contigo, y es que nunca dejaré de llevarte ventaja, aunque llegue a etapas que tu ya has disfrutado.
Un saludo crack, a ver si escribo algo por aquí y en algún blog porqué ultimamente ando liadísimo y hasta dentro de una semana no acabo clases :S
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